Sin política, sin sindicalismo, sin organizaciones fuertes no hay futuro. Ante la gran ofensiva del capitalismo, disfrazado de neoliberalismo globalizador, que está destruyendo los derechos más elementales de los trabajadores y trabajadoras, precarizando el empleo, abaratando el despido, negando el derecho a la negociación colectiva, desmantelando todos los servicios públicos, conculcando derechos constitucionales como el derecho a una educación, a una sanidad, a una justicia, de calidad y gratuitas para todas las personas, no cabe más que la organización, la participación y la democracia.
Son tiempos duros en los que la derecha de este país, vendida como antes lo estuvo el PSOE a los mercados y a la banca, miente un día sí y al siguiente también. Una derecha, el Partido Popular, que no tiene el más mínimo pudor para incumplir su programa electoral con la mayor hipocresía del mundo, aplicando una política salvaje de recorte y privatización de los servicios públicos.
Ejecutando una política económica que rescata la banca, degrada todavía más un sistema productivo enfermo, que ahonda en la recesión con medidas completamente inútiles e ineficaces .Una derecha que no duda en aprobar códigos éticos mientras ampara a una mafia política acusada de graves delitos, una derecha que entiende la corrupción como algo consustancial a las instituciones y que está dispuesta a defender a los suyos diga lo que diga la justicia.
Son tiempos difíciles, en los que la ciudadanía concienciada, asiste entre asustada y cabreada, al espectáculo que ofrecen los grandes medios de comunicación en el que tertulianos y demagogos debaten sin cesar sobre las tiritas con las que el PP y el PSOE piensan detener la hemorragia causada por los desatinos del que ya se viene llamando capitalismo de casino. Con noticias perfectamente graduadas en el contenido y en el tiempo van metiéndonos en el cuerpo el desconcierto y el miedo. Intentan crear en la ciudadanía una conciencia de inevitabilidad que se traduzca en sentimientos de impotencia que paralice cualquier tipo de acción social colectiva.
Son tiempos difíciles y la batalla va a ser larga. Hay que planificar la rebelión y la respuesta. Hay que pensar las propuestas. Hay que cambiar mentalidades, dialogar, explicar, informar, construir pensamiento colectivo. Nada hay más revolucionario que el pensamiento. Decidir pensar y decidirse a pensar juntos, es el primer paso en cualquier estrategia de transformación social. Necesitamos tener las ideas muy claras para decir a la ciudadanía que sin sindicalismo, sin política no hay democracia. Que tal vez tengamos que cambiar muchas cosas en los sindicatos, en los partidos, que tal vez hay que cambiarlos radicalmente o crear otros, pero que para ello, todos y todas tenemos que responsabilizarnos, implicarnos y trabajar. Que no basta con ir a votar cada cuatro años, que es necesario que la sociedad realice un control permanente de los poderes públicos y que pueda revocarlos cuando no cumplen con sus programas electorales. Que no basta con afiliarse, que hay que militar.
Necesitamos organizaciones fuertes y alianzas estratégicas. Tareas nada fáciles, que requiere de madurez y esfuerzo. Sabéis que para transformar la realidad hay que actuar y a actuar con otros/as. Hay que combatir el individualismo creciente que deja a las personas sin recursos, relegando al ámbito privado problemas públicos. Sólo la unión en torno a proyectos concretos, sumando fuerzas nos va a permitir incidir en las políticas para cambiarlas. Ensayemos estrategias de actuación conjunta desde perspectivas nuevas, más humanizadoras, centradas en los procesos de emancipación y de transformación social.
Porque compañeros y compañeras hay que revertir la situación. Hay que revocar las dos últimas reformas laborales, la del PSOE y la del PP que han llevado al paro a más de cinco millones de personas, que han precarizado el empleo, recortando salarios y aumentando el horario de trabajo, que dejan sin futuro a los jóvenes y recortan derechos de los pensionistas. Que tenemos que recuperar, como sea el derecho a la negociación colectiva.
Las personas que seguimos luchando, tenemos ante nosotras un gran reto, construir una democracia plena, cambiando la ley electoral, garantizando una educación y una sanidad públicas de la máxima calidad, garantizando un techo para todos los seres humanos, propiciando bancas éticas, combatiendo la corrupción. Y eso sólo lo lograremos si somos capaces de ilusionar a otros en proyectos de futuro, si los emplazamos en tareas con esperanza, sólo desde la alegría de la reivindicación y la protesta y el gusto por la vida, seremos capaces de sumar nuevas gentes a un gran proyecto de transformación social.
Hay que combatir el miedo compañeros y compañeras, ser valientes, con el valor que da la dignidad y la coherencia. Para ello, hay que tener claro al enemigo y saber que nada cambia sin la lucha. La más pequeña de las conquistas, sea personal o social, se consigue luchando. Y las luchas no son lineales. Eso sí, son educativas. La negociación en cualquier sistema de poder, siempre es fruto de una sucesión de luchas. Y hay que tener fuerza política para negociar. Fuerza política que supone acumular fuerzas, buscar aliados, formar pensamientos y negociación que implica intervenir en la vida pública para modificarla. Hemos de tener la cabeza fría, como personas organizadas y conscientes de su papel histórico, pero también hemos de poner en el proceso nuestro corazón. Para ello, no hay que renunciar nunca a los sueños, ni a las utopías, nunca hay que darse por vencidos. Los sueños nos permiten ver futuros posibles y las utopías, mantienen vivas la ilusión y la esperanza. Salud y República. Siempre adelante.